Podemos ha implosionado. A las malas perspectivas
electorales, a los abandonos, se unen ahora las disidencias interiores. El
partido que hace cinco años quiso canalizar la energía del “movimiento de los
indignados” corre el riesgo de terminar con las dimensiones testimoniales de la
antigua Izquierda Unida: una federación de cientos de grupúsculos locales
ingobernables, cada uno obsesionado por un tema y todos ellos a rebufo de la
izquierda más rancia y progre: equivalente a los “bobos” franceses.
El abandono de Errejón de la disciplina de Podemos y su
tránsito al regazo de Manuela Carmena, certifican el que el fracaso en las
elecciones andaluzas, las malas perspectivas para las elecciones municipales y
europeas, y el escandaloso caso del chalé de Iglesias, están erosionando a la
formación que va a tener dificultades en salir adelante.
La estrategia mediática extremadamente hábil que asumió Podemos
en los primeros tiempos y que era lo que daba atractivo a la formación, ha
quedado atrás: el ultrademocratismo, la falta de formación política de cuadros
y dirigentes, el hecho de que la mayoría de segundas filas de Izquierda Unida,
hartos de calentar banquillo, intentaran asaltar las poltronas, el mal
resultado de sus cargos públicos, la mala imagen de varios de ellos, y las
obsesiones de los “colectivos sociales” que dominan los “círculos” en los que
está organizadas las bases, hace ingobernable la formación que está resultando
víctima de sí misma. De la primera estrategia mediática ya no queda nada.
Ahora, incluso, sería imposible realizar otra campaña electoral sin apelar a
los colectivos GLBTI, a los animalistas, o sin alertar sobre las desgracias que
traerá el “fascismo y el antifeminismo” de Vox.
Para colmo, sus ambigüedades en la cuestión soberanista y su
falta de voluntad para condenar el radicalismo de la CUP, el nacionalismo
soberanista y distanciarse nítidamente de esta opción, no solamente en Cataluña
sino en el resto de España, ha aumentado la mala imagen del partido, incluso
entre la izquierda.
La renuncia de Íñigo Errejón a seguir en el partido y pasar a apoyar a la “abuela Carmena” indica lo que algunos comentaristas han llamado “derrotismo preventivo” y otros mucho peor intencionados hayan visto como las “ratas de abandonan el barco”.
La renuncia de Íñigo Errejón a seguir en el partido y pasar a apoyar a la “abuela Carmena” indica lo que algunos comentaristas han llamado “derrotismo preventivo” y otros mucho peor intencionados hayan visto como las “ratas de abandonan el barco”.
Las próximas elecciones generales serán importantes porque
demostrarán a dónde han ido los votos que capturó podemos hace cuatro años: es
posible que muchos de ellos, si se trataba de votos de protesta, vayan a parar
a Vox, pero ¿cuántos de ellos regresarán al PSOE del que partieron
esperanzados? ¿Será posible trenzar otra vez una alianza con los restos de
Izquierda Unida? Y, en definitiva ¿quedará algo tangible de la izquierda
radical? En principio, puede decirse que la herencia del “movimiento de los
indignados” ha quedado dilapidada en un tiempo récord.
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