Si la convención del PP debía de suponer una movilización
ante un año fundamentalmente electoral, hay que reconocer que la Convención que
debía marcar el punto de inflexión y relanzar al partido no ha salido bien.
Casado ha eludido el problema de fondo: qué actitud piensa adoptar el partido ante
el ascenso de Vox y ante Ciudadanos. Está claro que intentará por todos los
medios cooperar y confluir con Cuidadanos en gobiernos antisocialistas, pero ¿y con Vox? La cosa es todavía más importante
porque la principal fuga de votos que
está teniendo el PP en estos momentos es hacia Vox.
La posición de Casado no está clara, ni lo ha estado, ni siquiera
puede estarlo: de una lado, parece evidente que envía mensajes contradictorios
a Vox. Por una parte, no niega que su intención sería que Vox reingresase en el
PP, pero por otra no quiere reconocer que Vox es hoy algo diferentes al que
salió del PP hace algo más de un lustro. A su vez, en el interior de Vox
también hay algunas voces, como la Vidal Quadras, que no rechazarían reinsertarse
en el PP si tuvieran garantías de que no van a reproducirse los errores del
período de Aznar y Rajoy (corrupción interior y debilidad ante el independentismo).
En el discurso que Casado ofreció al cierre de la convención
del PP evito aludir tanto a Vox como a Cs, ni siquiera tangencialmente. Pero
cometió un error que le puede restar todavía más votos: considerar que quien no
vote a su sigla está votando “contra la nación”… Después de este desliz, aludió
a que “no se puede unir España desuniendo el voto”. Aludió a la fusión de “conservadores,
liberales y demócratas cristianos” en la refundación del PP hace treinta años,
olvidando que todas estas corrientes están hoy en crisis -e incluso han
desaparecido en buena parte de Europa y, en cualquier caso, están en crisis
ante la irrupción del nuevo populismo europeo.
El hecho de que Casado se esforzara en sacar músculo ante el
problema soberanista catalán tampoco aporta mucho al PP: hace solo ocho meses
ese músculo se hubiera podido sacar desde el gobierno, ahora llega tarde, muy
tarde. Y otro tanto podría decirse de la defensa de la “familia y de la vida”. Los
años de gobierno de Rajoy no han favorecido ni lo uno ni lo otro. Es más, han
sido los años en los que el porro se ha instalado tranquilamente entre nosotros
y ni siquiera nadie se ha tomado la molestia de regularlo, legislarlo o
reconocer el hecho.
A estas alturas ya no resulta un misterio que el PP sigue
teniendo problemas de liderazgo y que su situación interior dista mucho de
haberse clarificado. Y, sobre todo, está más claro aún que la recuperación
electoral que pretendía realizar con esta Convención dista mucho de haberse
producido. De hecho, el misterio es si Vox conseguirá atraer a más votos de los
que le llegarán de la derecha y si los descontentos que en otro tiempo votaron como
protesta a Podemos, se fijarán ahora en la siglas de Abasta y Ortega.
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