Un sábado más de movilizaciones en Francia de los indignados
por las reformas económicas del presidente Emmanuel Macron y en particular
contra el aumento de los impuestos sobre el carburante. Un movimiento
espontáneo surgido en las redes sociales, sin relación aparente con partidos o
sindicatos y con el objetivo último de destituir al actual gobierno. Otras
interpretaciones apuntan a la conspiración, similar a la revolución naranja
sucedida en Ucrania, dirigida contra Macron por sus recientes declaraciones a
favor de la creación de un ejército europeo que recupere su soberanía
territorial frente a los EEUU, una iniciativa que no habría gustado al sector
más antieuropeísta representado por la Agrupación Nacional de extrema derecha
liderada por Marine Le Pen. Incluso algunos medios afirman que las protestas
son la punta del iceberg de la rebelión contra la transición energética en el
seno de una UE empeñada en limitar el uso de hidrocarburos para su desarrollo
económico. En cualquier caso, son múltiples los motivos de las reivindicaciones
sociales y políticas en el discurso de los ‘chalecos amarillos’.
El aumento del impuesto ecológico sobre la gasolina y el
gasoil anunciado por el primer ministro, Édouard Philippe, ha sido finalmente
aplazado, también se han reducido las condiciones para superar el control
técnico de vehículos que de lo contrario hubiera supuesto tener que comprar uno
nuevo híbrido o eléctrico. Un auténtico problema para la población que habita
en ciudades periféricas, alejadas de París, donde el coche es imprescindible
para desplazarse. En Francia dos terceras partes de la población trabaja fuera
de la localidad donde reside, tras la desindustrialización de las ciudades el
proceso de gentrificación ha ido alejando progresivamente a los trabajadores de
los centros urbanos afectando a su movilidad. También los inmigrantes, desde
los barrios periféricos de París y de otras grandes urbes galas donde habitan,
sufren los inconvenientes de las largas distancias que dificultan el normal
acceso a los distintos bienes y servicios. Fue en las regiones
desindustrializadas del Reino Unido, como consecuencia del proceso de
globalización, donde se gestó la victoria del Brexit, que ahora es erigido como
bandera por los antieuropeístas del continente.
Los ‘chalecos amarillos’ tuvieron su precedente en el
movimiento Nuit Debout que se celebró en la capital francesa durante el 2016
contra la Ley del Trabajo, unas movilizaciones con el objetivo de converger en
la lucha con otras plataformas sociales de izquierda. Las actuales protestas
han exigido desde el primer día la dimisión del presidente, esta premisa
política está dando alas a la líder de la oposición, Marine Le Pen, en su
campaña para las próximas elecciones europeas de mayo. El apoyo de la población
a los manifestantes es alta, especialmente entre los votantes de la Francia
Insumisa del izquierdista Mélenchon y del Reagrupamiento Nacional, ambas
formaciones son euroescépticas, la primera defiende el euroescepticismo suave
con preferencia por la soberanía nacional frente a la mundialización de la
economía neoliberal y el segundo un euroescepticismo radical próximo a las
nuevas doctrinas anglosajonas lideradas por Trump en su empeño por un mundo
unipolar.
Marine Le Pen asegura defender las reivindicaciones de la
calle, la seguridad contra el terrorismo y querer hacer de Francia un país
independiente y sostenible recurriendo a un discurso populista alejado de los
argumentos de clase. Los partidos 'atrapalotodo' aparecieron en la posguerra
transformando la formación ideológica en un simple órgano de gestión dedicado a
campañas de marketing centradas en captar el voto de los electores indecisos en
aquellas circunscripciones más fluctuantes. Las consecuencias de esta falta de
compromiso político se pueden comprobar en el explosivo cóctel en que se ha
convertido el Estado italiano, una coalición entre los euroescépticos del
Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte, formación identitaria y populista.
En la Unión Europea a pesar del “cordón sanitario” acordado
por los principales países para excluir a las formaciones ultras están
gobernando o cogobernando en Austria, Bélgica, Italia, Finlandia, Eslovaquia,
Bulgaria, Letonia y Polonia. En un reciente manifiesto firmado por los
exdirigentes españoles de Izquierda Unida, Cayo Lara y Gaspar Llamazares, se
reprocha a la actual dirección del partido que la izquierda no "ha sido
capaz de superar nítidamente la lógica neoliberal”. El documento pone el foco
en la necesidad de cerrar filas y enfrentar esta nueva amenaza desde la unidad.
Advierten de los últimos procesos electorales en Europa y América donde
“lamentablemente, la agitación, la frustración y el miedo han derivado más
fácilmente hacia las propuestas corporativas, autoritarias y xenófobas de la
extrema derecha que hacia las propuestas solidarias y progresistas de la
izquierda”.
Comentarios
Publicar un comentario