A despecho del problemático futuro que tiene delante suyo y
a la proximidad de una regencia -ante el estado de salud de Mohamed VI y la
minoría de edad de su hijo primogénito- Marruecos mira al sur y aspira a
erigirse como una “potencia regional”. El país vecino se está postulando como
uno de los mayores inversores en África, en más de 20 países del continente. El
vacío dejado que dejaron los bancos europeos durante la crisis de 2007-2012, la
congelación de las exportaciones hacia la UE y el haber cesado de ser receptor
de empresas europeas deslocalizadas, y el pesimismo ante la posibilidad de que
cada año 250.000 marroquíes sigan abandonando el país en dirección a la UE, ha obligado
a Marruecos a adoptar una estrategia que reduzca su dependencia de Europa. Marruecos,
nuestro “enemigo del Sur”, miembro de las distintas alianzas regionales y socio
preferencial de los EEUU en el Sahël, se le presenta una oportunidad única de
convertirse en uno de los principales actores económicos del continente.
Para ello deberá competir con China, que, no solamente tiene
en la actualidad la iniciativa de las inversiones en el continente africano,
sino que también ha invertido fuertemente en Marruecos.
Cuando en todo el Magreb tuvieron lugar las “primaveras
árabes”, Marruecos quedó al margen de aquellos movimientos sediciosos
estimulados desde los EEUU. Las reformas tímidas introducidas en 2011
consiguieron estabilizar momentáneamente el país que quedó como ejemplo de buen
gobierno de cara a las cancillerías occidentales. Desde entonces,
experimentaron cierto crecimiento el sector manufacturero, el financiero, el
turístico o el energético, y, mientras el resto de países del Magreb se hundían
(Libia convertido en “Estado frustrado”), languidecían (Túnez) o se debatían en
los problemas internos (Argelia), la economía marroquí quedó significativamente
mejorada en relación a sus vecinos.
En la actualidad, los bancos europeos han perdido interés en
África: han llegado a la conclusión de que los gobiernos de toda África o son
dictaduras inmisericordes, o son gobiernos poco serios o gobiernos
completamente inestables; en cualquier caso, distan mucho de ser gobiernos en
los que se pueda confiar. Además, la burocracia, la mentalidad de zoco, la
dificultad para establecer negocios sin entregarse a las redes de corrupción y
en algunos países, incluso, la poca habilidad de la mano de obra, su desapego y
su desinterés por el destino de la empresa y la calidad de lo producido, han
provocado una congelación creciente de las exportaciones a la UE. De todos los
países africanos, Marruecos ha sido el primero que ha advertido estos problemas
y que ha cambiado de estrategia: de mirar hacia Europa, a partir de ahora, el
interés del Reino de Marruecos se orientará hacia el África subsahariana y, en
cualquier caso, tratará de reducir la dependencia de la UE.
La vanguardia de la economía marroquí son sus bancos que
están iniciando una penetración en el África negra. Luego están las empresas de
telecomunicaciones, como Maroc Telecom, que ya opera en media docena de países
africanos. La OCP (Oficina Cherifiana de Fosfatos) se ha convertido en un
gigante exportador de fertilizantes y ha clavado sus zarpas en Etiopía, donde
aspira a construir la mayor planta de elaboración de abonos de toda África cuya
producción irá destinada a los mercados del continente. Pero, sin duda, el
mayor proyecto inversor es el firmado entre Marruecos y Nigeria que consiste en
la construcción de un gaseoducto que bordeará la costa occidental del
continente entre Nigeria y Marruecos.
No hay que olvidar que Marruecos pertenece a la Comidad
Económica de los Estados de África Occidental y la Unión Africana y que ambas
son piezas fundamentales en su proyecto de expansión geopolítica que ya no se
limita a la construcción utópica del “Gran Marruecos” querido por los antiguos
partidos nacionalistas, sino que aspira a un dominio económico sobre el
continente africano. El proyecto no es quimérico: Marruecos cuenta con
profesionales formados en Francia especialmente para abordar todos estos
proyectos y si bien, tiene el lastre de una burocracia y de una corrupción
generalizada, por el momento, mientras el país no entre en una situación de
agitación y crisis interior, puede aspirar a dominar África económicamente o,
al menos, de competir con China.
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